¿Uno de los momentos más aterradores cuando era niña? Leer en voz alta durante la cena de Pascua

Estar sentada en la mesa con mi familia durante la cena de Pascua, conocida como séder, me hacía sentir muy nerviosa. Eso se debía a que soy disléxica.

La Pascua en la tradición judía conmemora la liberación de los israelitas por Moisés en el antiguo Egipto. En esta celebración las familias judías se reúnen para cenar y parte de la tradición incluye leer en voz alta la historia de la Pascua. Es una tradición que me provocaba pesadillas de niña.

Los integrantes de la familia nos turnábamos en la mesa para leer en hebreo los párrafos del libro del séder. Sentía mucha presión al participar en esta importante tradición. La cena significaba mucho para mi familia y rituales como este nos unían más.

Pero secretamente yo no quería tener nada que ver.

Cuando leía en voz alta en el séder tartamudeaba y cometía errores. Me sentía ansiosa. Mi corazón latía fuerte. Tampoco ayudaba el hecho de que las palabras en hebreo sean tan difíciles de pronunciar.

Para hacerlo más sencillo se me ocurrieron pequeños trucos. Mientras esperaba mi turno, contaba mentalmente los miembros de la familia que estaban antes que yo para determinar cuál párrafo tendría que leer cuando fuera mi turno. Después intentaba memorizarlo. Siempre tenía la esperanza de que me tocara un párrafo corto. En ocasiones, planeaba huidas estratégicas al baño para evitar mi turno.

Fui diagnosticada con dislexia, TDAH y trastorno del procesamiento auditivo cuando estaba en segundo año de bachillerato. Muchas veces antes había sido evaluada para determinar si tenía dificultades de aprendizaje. Cuando finalmente descubrí que tenía dislexia, muchas cosas empezaron a tener sentido.

Decodificar siempre ha sido difícil para mí. Leer en voz alta era poner en evidencia mi mayor dificultad, y sacó a relucir algunas de mis mayores inseguridades.

Afortunadamente, una vez que obtuve mi diagnóstico mis padres me apoyaron mucho. Me ayudaron a obtener todo el apoyo que necesitaba en la escuela. Se aseguraron de que tuviera , como no tener qué leer en voz alta en clase, lo cual fue un gran alivio.

Irónicamente, esa adaptación de no tener que leer en voz alta no se aplicó en casa durante el séder de Pascua. Creo que a mis padres no se les ocurrió. Después de todo, no estaba en la escuela.

Por supuesto, mis padres nunca me dijeron que tenía que leer en la cena, pero tampoco nunca me dijeron que no tenía qué hacerlo. Se asumía que todos en la familia leeríamos, y eso me dificultaba hablar del asunto.

Al finalizar la universidad, finalmente tuve el valor para decir a mis padres que no quería volver a leer en voz alta durante el séder. Le dije al resto de la familia que podían saltar mi turno.

Cuando se los dije, sentí un gran alivio. Lo bueno es que mi familia es comprensiva y no le dieron mayor importancia.

Mi “opción de evitar” esa parte de la tradición del séder, de hecho generó que otros miembros de la familia hicieran lo mismo. Mi madre, quien tiene dislexia sin diagnosticar, ocasionalmente opta por evitarlo. Ahora, ella sólo lee cuando se siente a gusto.

Al final, me he dado cuenta de que lo importante de las tradiciones familiares no son los rituales, como leer en el séder de Pascua. Lo que importa es compartir con la familia. Al recordar lo sucedido, me alegra de haber tenido el valor de decírselo a mi familia y que me escucharan.

Tengo un consejo que darle a los padres: Recuerde que las dificultades de aprendizaje y de atención no sólo afectan a los niños en la escuela. En ocasiones los niños también necesitan adaptaciones en el hogar.

Aprenda más acerca de las habilidades afectadas por la dislexia. Averigüe cómo la dislexia puede tener un papel en la vida social de su hijo. Y averigüe cómo los niños pueden iniciar conversaciones para abogar por sí mismos.

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