Solitario no es lo mismo que sentirse solo
Mi historia
Soy mamá de dos adolescentes y vivo en Nueva Jersey. Mi hijo mayor tiene una discapacidad de aprendizaje no verbal que dificulta mucho que interactúe socialmente.
Qué era lo que yo hacía
Cuando salí del hospital con mi hijo recién nacido Adam, empecé a planear su vida social. En mi mente, hacer amistades no era solamente importante para el desarrollo de Adam, era parte de lo que haría su infancia gratificante y divertida.
No tardé en darme cuenta de que Adam pensaba diferente. Lloraba de camino a sus clases infantiles. Deambulaba durante las reuniones de juego con otros niños. Las fiestas de cumpleaños eran su peor pesadilla.
En quinto grado, Adam fue diagnosticado con una no verbal. Y aunque con el tiempo creció y alcanzó una edad en la que no era posible tener una vida social “hecha por su madre”, yo seguí insistiendo. Inscribimos a Adam en una clase de habilidades sociales. Durante el bachillerato le insistí mucho que invitara a las chicas a la fiesta de graduación. Mis esfuerzos por “protegerlo” de la soledad fomentaron que saliera de casa. Sin embargo, lo que lograba la mayoría de las veces era hacerlo sentir avergonzado porque él no era lo que yo quería que fuese.
Lo que hubiera deseado saber antes
Finalmente, en el bachillerato Adam se hizo una vida a su medida. Desarrolló un círculo pequeño de amigos y se dedicó a su club de debate. Aún así él pasaba mucho tiempo a solas. ¿Por qué me obsesionada que prefiriera estar en casa cuando sus amigos salían a divertirse?
La respuesta había estado a la vista todo el tiempo. Mi esposo, David, no enfrenta los mismos desafíos de Adam, pero David deja en mis manos la responsabilidad de manejar nuestra vida social, y con frecuencia hace un gesto de desagrado cuando le digo que tenemos que asistir a una fiesta.
Socializar, tardé en darme cuenta, es& mi manera de divertirme y relajarme. No obstante, para mi esposo y aún en mayor medida para mi hijo, tener conversaciones casuales y conocer nuevas personas no es algo que los relaje. Para ellos es un esfuerzo, y algunas veces un esfuerzo angustioso. A veces estar a solas puede sentirse como si uno estuviera solo sin desearlo. Sin embargo para Adam es el momento en el que se siente verdaderamente cómodo.
Ver este año a Adam ocuparse de solicitar su admisión en las universidades me maravilló por lo mucho que había progresado. Él manejó entrevistas y pasó noches haciendo fila con otros estudiantes. No me arrepiento de las clases de habilidades sociales y de haber insistido como lo hicimos, porque le dimos herramientas que él necesita para ser parte de la sociedad. Pero si hubiera sabido entonces lo que sé ahora, le hubiera dado a mi hijo el derecho de ser una persona diferente a mí y de disfrutar su propia compañía.
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